
Es noche de sábado. Se supone que uno se ha mantenido ocupado en la semana haciendo cosas que con un poco de suerte le serán útiles a alguien. Se supone también que uno debe descansar de lo que sea que ha venido haciendo el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes. Como he sido criado en medio de una sociedad supuestamente civilizada y no en la primitiva quietud del Tibet resulta que estoy lleno de prejuicios y mandatos invisibles. Uno de estos mandatos indica que la noche de sábado es para salir y divertirse ("Champán y mujeres" diría un buen amigo en tono de broma). Y yo que para algunas cosas soy muy raro para otras soy bastante típico y termino casi siempre cumpliendo con mi "función social".
Sin embargo este sábado en particular por una extraña conjunción de factores desagradables me veo forzado a quedarme en casa. No queda mas remedio que encender el televisor para al menos aprobar/desechar su programación. No suelo ser muy optimista al respecto, sin embargo esta vez me encuentro la agradable sorpresa de que la televisión cubana (aquí todos los canales son regidos por el estado por eso uno no se refiere a un canal en particular) se ha apiadado de mi y decide proyectar en el horario de "la película del sábado", generalmente destinado a filmes norteamericanos clasificados como "R" (¿Retardados?) un filme encomiable que gana mi atención y me mantiene pacientemente sentado durante casi dos horas.
Se trata del filme del 2006 "Todos los hombres del rey", basado en la novela homónima de Robert Penn Warren ganadora del premio Pulitzer en 1947. La película, con un tremendo reparto de buenos actores encabezados por el "inquieto" Sean Penn, cuenta la historia de un sujeto que pasa, de ser un campesino idealista que sueña con cambiar el orden imperante en su estado, a ser un poderoso político populista que llega a ser electo gobernador y que se convierte en el terror de las clases políticas y económicas dominantes hasta ese momento.
Siempre que hablo de una película o de un obra de arte en general, prefiero dejar a un lado los aspectos técnicos (de algo tienen que vivir los críticos) y concentrarme en las ideas y emociones que me ha provocado la obra en cuestión. En el caso de "Todos los hombres del rey", lo que logra es reforzar mi convicción de que la HISTORIA (así con mayúsculas) de la humanidad no es una tarea de masas, sino el privilegio de unos pocos sujetos que surgen en momentos y lugares determinados y que poseen una personalidad que los distingue y que les permite mover y cambiar el mundo a su antojo (léase por cambiar y mover el mundo, cambiar y mover al resto de los hombres que los rodean).
"Todos los hombres del rey" está basada en una novela que fue escrita en el año 1947, y la historia que cuenta la novela original esta ambientada en los años 30 en el sur de los Estados Unidos, en los tiempos duros de la gran depresión . Sin embargo la materia de la que estamos hechos los seres humanos y las relaciones que establecemos entre nosotros han cambiado tan poco desde esos tiempos que esta novela sirve perfectamente para explicar el ascenso de la nueva ola de gobiernos de izquierda en la América Latina de hoy.
Y es que en menos de 15 años el mapa político de "nuestra América" ha dado un vuelco tremendo: Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Kichner en Argentina, Tabaré en Uruguay, Correa en Ecuador y ahora Ortega retomando el poder para los Sandinistas en Nicaragua.
Si usted vive en alguno de esos países y tiene la suerte de pertenecer a las clases privilegiadas pues quizás pertenezca al grupo de los que viven aterrados con los cambios dramáticos que están ocurriendo en la política de su país. Y como usted seguramente estuvo demasiado ocupado con su propia vida como para darse cuenta del desastre en que poco a poco se iba convirtiendo su país, el cambio le estará resultando un tanto traumático. ¿Por qué ha pasado esto? Se preguntará.
La respuesta es bien simple y queda bastante clara en algunos textos que he podido copiar de la película:
Un periodista hablando sobre el líder populista:
"Si el gobierno hubiera hecho algo por la gente ellos no se hubieran cansado y lo hubieran elegido a él."
"Le prometió a los pobres construir escuelas, carreteras y puentes. Era una declaración de guerra a los ricos."
El líder populista hablándole al pueblo:
"Clavar, clavar a cualquiera que se interponga entre ustedes y las escuelas, las carreteras y la comida que necesitan."
El líder populista hablando sobre los políticos tradicionales que solían repartirse el poder antes de su aparición:
"Cuando me vengan con palabras dulces no las puedo escuchar. Nunca mas."
El líder populista hablándole al pueblo antes de las elecciones:
"Eso es todo… si no votan, no cuentan."
Y esta última frase es tremendamente impactante por el grado de veracidad que encierra en tan pocas palabras. Y es que con la democracia es así de sencillo: si usted no vota, no cuenta. Así que el ciudadano medio de América Latina se ha cansado de las "palabras dulces" y ha acudido a votar por aquel que promete "clavar al que se interponga entre el pueblo y las escuelas, las carreteras y la comida que necesita".
El hecho de que este tipo de discurso termine siempre asustando a las clases privilegiadas no es un suceso nuevo y tiene una explicación muy sencilla en esta pregunta: ¿De donde va a salir el dinero para construir esos puentes y escuelas, para pagar esa comida? La respuesta sigue siendo simple: de donde mismo ha venido saliendo hasta ahora para alimentar las enormes fortunas de esa clase pudiente.
En "Todos los hombres del rey" el líder populista amenaza con gravar con impuestos del 50% a la Standard Oil, una de las mas importantes empresas petroleras de los EUA. Y usted de pronto puede ponerse suspicaz y decir: un momento, me están tomando el pelo, líder populista, elecciones, discurso fuertemente revolucionario, petróleo. Ya lo tengo, dirá usted satisfecho, Hollywood lo ha hecho de nuevo, esa película evidentemente esta basada en Hugo Chávez y su ascenso al poder en Venezuela.
Pero luego usted picado por la curiosidad se pondrá a investigar y descubrirá lo mismo que ya le he contado: que la novela en que esta basada la película data de 1947, y si investiga mas encontrará que esta a su vez está inspirada en un sujeto real llamado Huey Pierce Long que fue gobernador del estado de Lousiana de 1928 a 1932, y luego senador en el periodo 1932-1935.

El tal Huey Pierce Long saltó a la política con un plan llamado: "Compartamos nuestra riqueza", con el lema: "Cada hombre es un rey". En su plan proponía una nueva distribución de la riqueza a través de altos impuestos a las grandes compañías y las personas muy adineradas, con el propósito de mitigar la pobreza y criminalidad que existía en el país debido a la gran depresión. Y como la historia es un pez que se muerde la cola, el tal Huey fue acusado durante su mandato de "tendencias dictatoriales" por el control casi total que ejercía sobre el gobierno del estado. Y como la vida real suele ser siempre bastante dura (sobre todos con aquellos que desafían el poder) pues el señor Huey fue asesinado en el mismo edificio del Capitolio Estatal de Lousiana el 8 de septiembre de 1935. Los historiadores reseñan que apenas dos días antes del atentado había cumplido los 42 años, y que sus ultimas palabras fueron: "Dios no me dejes morir, queda tanto por hacer…"
Y al leer este post y enredarse en la madeja de ideas que presenta unos dirán que si, que hay que clavar a los que se interpongan entre el pueblo y la riqueza, y otros dirán que no y hablarán de dictadura y falta de libertad y quizás hasta nombren a Cuba como ejemplo negativo. Yo personalmente me considero demasiado joven para tener respuestas a preguntas tan viejas, pero a pesar de mi edad hay cosas que puedo asegurar sin que me tiemble el pulso al escribirlas: para que una sociedad pueda crecer sana y fuerte tiene que ser una sociedad "con todos y para el bien de todos" como dijo Martí, y no "con todos y para el bien de algunos" como se ve con tanta frecuencia en esta parte nuestra del mundo. Por otro lado la necesidad de tener pan, medicina y casa no puede llevar de ninguna forma a renunciar a la libertad de pensar, de hablar y de hacer, que son bienes tan preciados que no puede cambiarse por nada. Así que en el dilema aparente entre pan o libertad, prefiero luchar por el sueño posible de ambos juntos.