viernes, agosto 10, 2007

Las pobres malas palabras

Tengo que comenzar este post haciéndome una autocrítica: estoy de pinga, hace un cojón de días que no escribo en el blog.

No hace falta ser adivino para imaginar la reacción que despertará esta última línea que acabo de escribir. Y sorprendentemente el problema no estará en la idea que expresa, sino en las palabras que he usado para componerla.

Muchos de ustedes habrán soltado el Mouse (el ratón para los castizos) para llevarse las manos a la cabeza, justo antes de llegar a la conclusión de que el cubano de la isla se ha vuelto completamente loco y ha comenzado a llenar su blog de palabrotas.

Sin embargo por el interesante hecho de que las palabrotas, además de ser ricas tradiciones culturales, son eminentemente tradiciones nacionales, pues otro grupo de visitantes de esta isla (si es que aun quedan visitantes, pues el bloqueo tecnológico me ha golpeado mucho) no sabrán el significado de la palabra pinga, y mucho menos el contexto en que ha sido usada. Espero sinceramente que este otro grupo al menos haya entendido la palabra cojón, que en mi opinión si es una palabrota de mucho prestigio y antigüedad y esta presente en el diccionario de todos los hablantes del español, independientemente del país en que residan.

Usando el lenguaje considerado adecuado y permitido en nuestras sociedades, y cambiando las palabrotas por palabras "buenas", podría decir entonces que: estoy de pene, hace un testículo de días que no escribo en el blog. Sin embargo las nuevas palabras no parecen estar listas para suplir a las palabrotas y la nueva oración luce tan carente de sentido que al final me veo obligado a escribir por tercera vez la misma idea: estoy muy mal, hace un montón de días que no escribo en el blog.

Y el hecho de que haya comenzado este post usando palabrotas para expresar una idea tan simple, no es una casualidad. Hoy he decidido salir a romper lanzas a favor de una causa perdida: las malas palabras.

Cuando se me ocurrió comentar sobre el tema la pregunta inicial se escribía sola: ¿Qué son las malas palabras? Sin embargo la respuesta fue tan simple y a la vez tan reveladora que me dejó en el mismo lugar: son palabras. Ni más ni menos. Eso me llevo entonces a remodelar la pregunta de manera que me obligara a escarbar un poco más en el asunto: si son solo palabras ¿porque somos discriminatorios con ellas? ¿Por qué son malas palabras?

La primera hipótesis que evalué fue la del significado. Y dio resultado negativo. Pues a pesar de que la mayoría de las palabrotas tienen significados que en algún momento han sido considerados "espinosos" por nuestras sociedades burguesas y religiosas (órganos sexuales: pinga, cojón, bollo; acto sexual: singar; preferencias sexuales o frecuencia sexual: maricón, puta), en realidad el significado por si solo no hace malas a estas palabras, ya que en todos los casos existe una prima hermana "recatada" que significa lo mismo, y cuyo uso es permitido en cualquier conversación "decente" (En el mismo orden que las palabrotas anteriores: pene, testículo, vagina; fornicar; homosexual, prostituta).

Esta primera hipótesis tampoco se sostiene ante la evidencia de otras palabras con un significado mucho más negativo y que sin embargo son consideradas palabras de bien. Por ejemplo: genocida, pederasta, inmundo, etc.

La segunda hipótesis la dirigí entonces a la fonética de estas palabras. Es decir a su pronunciación. Sin embargo volví a fallar estrepitosamente, pues la mayoría son palabras cortas con un sonido muy musical (pinga), o de una pronunciación extremadamente inocente (bollo, puta). Por otra parte, en base a esta segunda hipótesis serian discriminadas palabras tan "serias" como murciélago, pedestre, onírico (estas dos ultimas palabras muy usadas por los críticos cubanos).

Quedándome solo una oportunidad para no poncharme (término de béisbol: al tercer strike el bateador es out), me exprimí bien las neuronas y de pronto di con una idea que pareció satisfacer la incógnita original. Por sorprendente que parezca, la idea me llegó de la mano del viejo Marx y su teoría de clases.

Exponer esta idea es muy simple: las palabrotas son palabras que han sido creadas y usadas mayormente en su inicio por individuos de las clases sociales menos favorecidas que generalmente en la historia han tenido poco acceso a la educación. Me imagino entonces que estas malas palabras comenzaron a oírse por primera vez en los barrios bajos, para expresar un significado viejo de una nueva manera que casi siempre intentaba ser burlona, ofensiva o insolente.

Las altas clases sociales, que como bien dijo el viejito Marx son las que controlan los medios de producción, es decir el billete, y por ende el gobierno, la educación y la historia, intentaron mantenerse al margen de este nuevo vocabulario proveniente de la plebe, pero al no conseguirlo, comenzaron a usar estas palabras con mucha mas mesura, solo en momentos de burla o de ira, generalmente cuando el interlocutor perdía los estribos y se olvidaba de los buenos modales.

Es así que con el tiempo estas palabras fueron marcadas con el estigma de "malas palabras", provocando al mismo tiempo dos fenómenos aparentemente incongruentes: marginación y continuidad.

La tradición describe que los niños en su proceso de aprender a hablar reciben invariablemente dos reglas. La regla número uno es que las primeras palabras a pronunciar serán mamá y papá. La segunda lección es menos tierna, pero no menos importante y es el aprendizaje de las palabras que NO podemos repetir bajo ningún concepto. La tradición entonces sigue su curso inevitable, haciendo que las malas palabras sigan condenadas al ostracismo, y a la vez, garantizando su existencia por los siglos de los siglos.

PD: Mientras escribía este post he descubierto un hecho muy simpático que muestra la tremenda hipocresía de nuestras sociedades con respecto a las malas palabras. Y es que resulta que si usted escribe cojon, así sin tilde, enseguida la palabra es marcada en el Word por el corrector ortográfico por estar incorrectamente escrita. Si usted da clic derecho y acude a las sugerencias del corrector se encuentra las palabras: cojos, cojín, colon, Colón y cajón. Al no aparecer la palabra deseada, no queda mas remedio que ponerle la tilde uno mismo y entonces es que aparece la sorpresa: el corrector ortográfico inmediatamente se da cuenta de que cojón es una palabra permitida y elimina el error. La conclusión es que el Word es un tipo educado y la vez tolerante, que conoce las malas palabras y las permite en caso de que el autor se atreva a usarlas, pero bajo ningún concepto se atreve a recomendarlas. Curioso ¿verdad?

Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.