miércoles, julio 25, 2007

Foto de familia

a los que
adentro y afuera
viven y se desviven
mueren y se desmueren


Rebuscando en los cajones de la memoria, termino encontrándome una foto imaginaria de hace 6 o 7 años en la que aparezco rodeado de amigos en el lugar más glamoroso, mágico y barato que tiene la habana: el malecón.

Lo primero que resalta en la foto es lo flacos que estamos. Sin embargo a ninguno parece importarnos demasiado (por esa época era común andar con una sensación de hambre perpetuo) y lucimos flacos y felices compartiendo esa botella de ron barata y haciendo miles de chistes, y en la cara se nos puede adivinar que tenemos la cabeza a punto de estallar de tantos sueños y expectativas de un futuro que ya se nos viene encima.

Lo segundo que me viene a la mente es que han pasado los años y ahora toda esa tropa de amigos vive fuera de Cuba. Solo J y yo seguimos aquí, rifándonos entre los dos el humilde y honroso deber de apagar el morro de la Habana. (Lo de apagar el morro de la Habana es un viejo chiste cubano sobre la emigración que nunca ha dejado de circular, el chiste reza: el último que apague el morro).

Repasando este hecho, descubro entonces que la vida me ha otorgado un nuevo papel: soy un cubano de adentro, y muchas de las personas que quiero y con las que he compartido momentos importantes de mi vida, son ahora cubanos de afuera. Llegar a esta conclusión no me autoriza de ninguna forma para escribir un riguroso ensayo sobre el problema de la emigración en Cuba, pero si me permite reflexionar un poco sobre los motivos que llevaron a mis amigos y a un grupo innumerable de conocidos a buscarse un futuro distinto en otras partes del mundo.

Y es que tratar de analizar el problema en su sentido más amplio resulta muy difícil porque en mi modesta opinión cada generación de cubanos ha tenido motivos distintos para irse de Cuba.

En un grupo importante han primado los motivos políticos signados siempre por el rechazo y la no adaptación. En ese grupo encontramos a los que, en palabras de Marx, no aceptaron "desalinearse" de la sociedad burguesa y por tanto no se adaptaron nunca a la propiedad social de los medios de producción y al trabajo para el estado como única vía en una sociedad "socialista". También en esta categoría aparecen determinados grupos que fueron rechazados y marginados por la sociedad como los gays, o aquellas personas que nunca se adaptaron a una sociedad monolítica en cuestiones de opinión sobre temas políticos, culturales o religiosos, e insistieron en tratar de decir lo que pensaban a toda costa. Llámese a estos, los inconformes. (Diego, el protagonista de la película Fresa y Chocolate, que al final se va de Cuba, es un ejemplo perfecto de "inadaptado": es gay e inconforme).

En la otra gran categoría de emigrantes han primado los motivos económicos. En este grupo también existen infinidad de matices y podemos encontrar desde el fulano que se fue tras el sueño universal de hacerse millonario, hasta el mengano que se marchó tras el deseo (casi quimérico en Cuba) de tener una vivienda propia.

Y aunque en la Cuba de hoy la versión oficial de las cosas sigue pasando por infalible y siguen siendo igual de mal vistas la critica y las ideas diferentes, a mis amigos y a mi nos tocó vivir una época mucho mas tolerante en todos los sentidos. En estos tiempos se puede decir lo que se piensa en la calle, aun ante extraños, aunque esa opinión diste mucho de ser la que muestra la prensa oficial o los discursos trasmitidos y retransmitidos por la TV. El principal cambio se ha dado en las mentes de las mismas personas que durante mucho tiempo, repitieron sin chistar, y muchas veces con real convencimiento las ideas oficiales. Es uno de los pocos aspectos positivos que trajo la crisis económica que sobrevino en Cuba en los 90 como consecuencia de la desaparición del socialismo en el este de Europa: la gente ha comenzado a pensar por si misma.

El dilema principal entonces en que se vio envuelta mi generación, ha sido tratar de llevar adelante los sueños y expectativas de cada uno como individuos, en una sociedad que esta diseñada y optimizada solo para los logros colectivos.

Y los logros colectivos son importantes aunque muchos se empecinen en negarlos. Comenzamos por lo primordial que resulta vivir en un país donde los índices de mortalidad infantil y materna son muy decorosos. Y donde la esperanza de vida de las personas está al nivel de los países más desarrollados del mundo. Luego, sigue siendo igual de trascendente tener un sistema educacional, que a pesar de tener muchos defectos, permite que cada persona desde su niñez tenga una educación garantizada que incluye los estudios universitarios. Si usted nace en Cuba y tiene algún talento especial, digamos para el deporte, las artes o las ciencias, usted tendrá un camino (con dificultades y muy pocos recursos, pero camino al fin) para desarrollar esos talentos y convertirse en alguien importante en esa rama.

¿Y entonces cual es el problema? ¿Por qué las personas se van? El asunto es que esta escalera que desde su infancia ha ido subiendo de escalón en escalón, de pronto parece llegar a una explanada que parece ser el fin del camino. Y entonces usted se gradúa de médico, ingeniero o licenciado y se va a trabajar en un empleo que el gobierno le garantiza, pero en el que va a recibir por su trabajo un salario simbólico, que solo alcanza para sobrevivir y poco mas.

Y ya está. Se acabó el camino. No existen vías para cambiar esta situación. No es asunto de acumular experiencia y de trabajar muy duro para ser cada vez mejor. No vale de nada esforzarse mucho más. Hasta este momento la sociedad se ha sacrificado por usted, ahora es momento de que usted se sacrifique por la sociedad. ¿Qué usted quiere tener una casa propia? ¿Un automóvil? ¿Usted quiere viajar, conocer el mundo? ¿O simplemente quiere tener agua caliente en su casa? No es posible, o por lo menos no mediante los canales legales y normales. Usted tiene su empleo, y su salario (digamos 350 Pesos, que al cambio oficial son casi 15 CUC, el equivalente del dólar). Con esto usted debe lograr la titánica tarea de alimentarse, asearse y vestirse. Y quizás de vez en cuando tratar de salir a dar un paseo para quitarse el stress. Pero hay un problema: una litro de aceite para cocinar cuesta 1.90 CUC, y una lata de sardinas cuesta 1.70 CUC. Un jabón cuesta 0.50 CUC y un pomo de champú sobre los 2 CUC.

Evidentemente la cuenta no da. ¿Y como hacemos entonces los cubanos para vivir? La respuesta está en que Cuba desde mucho antes de la caída del muro de Berlín, era una sociedad subsidiada, donde los productos siempre costaron mucho menos de su valor real (inclusive su valor de producción). Esta ofensa a la ley de la oferta y la demanda, era la causa de las enormes colas que había que hacer en Cuba para obtener casi cualquier servicio o producto, pues casi todo el mundo tenía acceso a todo. Sin embargo antes de la crisis de los 90 el nivel de vida del cubano era bastante decoroso. La explicación estaba en nuestra economía "solidaria" que recibía enormes cantidades de productos de la Unión Soviética y de otros países socialistas en condiciones súper ventajosas.

Con la caída del muro de Berlín se acabó la solidaridad. Fue entonces que muchos cubanos se dieron cuenta que tenían una economía de pacotilla, con una agricultura miserable y unos niveles de calidad y productividad en casi todas las ramas de la producción similares a los de la edad media.

Sin embargo, el gobierno mantuvo los subsidios en la medida de lo posible, sobre todo en una canasta básica alimenticia y en algunos otros servicios como el transporte (que a pesar de que los precios aumentaron considerablemente comparados con los niveles de antes del periodo especial, sigue estando subsidiado) y eso permitió que las personas que tenían su salario como única fuente de ingresos, sobrevivieran. Mal vestidos, mal alimentados y teniendo que esperar 40 minutos para montarse en un ómnibus repleto, pero vivos y coleando.

Y es ahí donde persiste la contradicción. Usted no tiene otra opción que trabajar en un empleo del estado. Como el país es pobre y la economía sigue siendo miserable (y el bloqueo de EUA sigue intentado hacerla mas miserable aun), el estado le paga a cambio un mini salario y usted sobrevive gracias a los subsidios. Y pasa un día tras otro y esta situación continua. Y de pronto usted se da cuenta de que han pasado 3 años, 4 años, 5 años. Y usted sigue en el mismo lugar. Encadenado a otros millones de cubanos, obligado a que su calidad de vida suba o baje junto a esa mayoría. Y como la propiedad social de los medios de producción promulga que todo es de todos cuando al final nada es de nadie, y los salarios siguen siendo los mismos, y la iniciativa no es premiada, pues casi nadie se esfuerza lo suficiente. Y entonces usted se ve obligado a reflexionar sobre que diablos piensa hacer con su vida. Comienza a buscar medios para sacar adelante a su familia, para resolver esos problemas que lo afectan dentro de su casa. Arreglar el baño, comprarles un par de zapatos a sus hijos o tomarse una cerveza el día de su cumpleaños.

Y no hay muchas respuestas legales a esta pregunta. Solo los artistas y algunos deportistas de renombre reciben ganancias importantes en CUC que les permiten tener un nivel de vida más holgado. El resto se ve obligado a robar, meter la mano en la propiedad de todos y llevársela a casa. Así, el panadero roba harina (llevándosela o haciendo dos panes con la harina de uno para ganarse ese excedente), los pisteros roban gasolina, los almaceneros roban lo que haya en el almacén, etc. ¿Y si usted no quiere o no puede robar? ¿Qué pasa si usted es físico nuclear o biólogo o ingeniero en telecomunicaciones? ¿Qué pasa si usted no tiene familiares en el extranjero que le manden una ayudita mensual de digamos 50 CUC? ¿Qué sucede si usted no tiene una casa que pueda rentar o un auto con el que pueda dar viajes de alquiler?

Entonces usted está definitivamente jodido y solo tiene dos opciones. La primera es tirar todos sus sueños a la basura y dedicarse como muchos cubanos a "vivir al día", en el famoso "cubaneo" que no es otra cosa que asentarse poco a poco en su miseria hasta que le parezca lo mas natural del mundo, y como no, llegar a ser feliz en ella.

Lo otro que viene quedando es la medida drástica: romper las amarras y largarse a probar fortuna en el reino de lo desconocido. Desligarse para siempre del sueño colectivo y marcharse a intentar construir, con el aliento y las fuerzas que le queden, su propio sueño.

Volviendo al caso de mis amigos, solo puedo decir que son excelente personas. Personas honestas y emprendedoras que no estaban dispuestas a renunciar a sus sueños, y mucho menos a costearlos metiendo la mano en lo que no es suyo. Mis amigos querían trabajar, esforzarse mucho y recibir una compensación a cambio que permitiera ir construyendo esos sueños aunque fuera poco a poco. Paso a paso.

Y no queda otra cosa que el final de la historia. Ahora están desperdigados en lugares distintos y lejanos: EUA, Republica Dominicana, España, Chile. Y a pesar de todos los pesares y los kilómetros de distancia seguimos manteniéndonos unidos en la medida de lo posible. Son mis amigos y son tan cubanos como yo. O mas, porque como dicen los de Habana Abierta: "con la distancia se oye mas bonito".

PD: el título del post es también el título de una canción de Carlos Varela. La dedicatoria también es prestada, la saqué de un libro del maestro Benedetti.

*CUC: Peso cubano convertible. Es la moneda que se utiliza en Cuba para acceder a todos los servicios y productos que no son subsidiados. Es convertible con el dólar a un cambio (en efectivo) de 1 USD = 0.80 CUC. El cambio contra el Peso Cubano (moneda en que se pagan los salarios y se ofertan los servicios y productos subsidiados) es 1 CUC = 24 Pesos Cubanos.

viernes, julio 20, 2007

Con Cuba es otra cosa


Después de un post con tema futbolístico, hoy vuelvo a la carga con el voleyball como tema. Y no es que me haya dado de pronto por hacerle la competencia al blog de Lalo (el gran blog de temas deportivos que mantiene el periodista Raul Fain Bin en el sitio de la BBC en español), es que la mejor medicina contra el enajenamiento, sigue siendo la propia realidad circundante. Y ahora, terminada la copa América, ya los aires no nos traen el eco de los goles desde Venezuela, sino el sonido, mucho mas compacto y heterogéneo, de los juegos panamericanos desde Río de Janeiro.

Lo cierto es que hace apenas un par de horas este post ni siquiera era una idea que me rondara la cabeza. Estaba en casa, ocupado con algo que me obligó a hacer un almuerzo tardío casi a las 3 de la tarde. Y por inercia, prendí el TV en el momento justo para encontrarme el juego de voleyball femenino en el que Cuba y Brasil discutían la medalla de Oro de los juegos panamericanos.

Lo primero que tengo que decir es que Brasil debe ser el país donde están concentradas las mujeres más hermosas del mundo. En caso de que esta afirmación no sea cierta (nunca he ido a Brasil), entonces puede cambiarse por la verdad inobjetable de que las atletas mas lindas son las que visten la verdeamarela. Ya hace unos días, quedé gratamente impresionado por su equipo de balonmano, y hoy estaba arrobado con sus jugadoras de voleyball. Definitivamente ser entrenador (o mejor: masajista) de un equipo femenino brasileño ha entrado con fuerza en mi lista personal de los mejores empleos del mundo.

Lo segundo es que acaba de concluir uno de los mejores juegos de voleyball que he visto en mi vida. Y he visto algunos. Desde que tengo memoria Cuba ha estado en la elite del voleyball en ambos sexos. He visto a nuestras mujeres ganar tres olimpiadas seguidas y he visto a los hombres perder la liga mundial una y otra vez contra Italia. Grandes partidos de voleyball contra Brasil, Rusia, Italia, China. Y en cada uno de ellos un caudal de emociones que es imposible de controlar.

Pero esto de hoy fue otra cosa. O es cierto que fue otra cosa o es que me estoy poniendo viejo y emotivo, lo cual todavía no puede ser cierto. Más que un juego de voleyball ha sido una guerra de coraje y nervios entre dos equipos formidables. Y me he dado cuenta, mientras brincaba y gritaba desde la sala de mi casa, que lo más difícil de una final en cualquier deporte, es controlar las emociones y canalizarlas de la mejor manera posible. El voleyball es un deporte de rachas, en el que el estado anímico de los equipos sube y baja continuamente. Esta es una característica muy suya que se explica en su dinamismo y que lo diferencia de otros deportes como el fútbol o el béisbol. Lo que si funciona igual para cualquiera de estos deportes es que cuando un partido se vuelve tan reñido, lo que marca a un jugador, mas que la calidad técnica o el nombre y la fama que le precedan, es su capacidad de dar realmente su mejor versión, y justificar los colores del uniforme que porta, o como decimos los cubanos, "amarrarse bien los pantalones y dar la talla".

Hace apenas unos días, el equipo de fútbol brasileño ganó inobjetablemente la copa América ante la selección de argentina. Hoy, su equipo femenino de voleyball, que salía como favorito para ganar la medalla de oro ante un estadio repleto de los colores verde y amarillo, acaba de ser derrotado en 5 peleadísimos sets por el equipo cubano. Vuelvo a recomendarles a todos los amantes del voleyball que vean el partido. Y aunque puedan estar de acuerdo o no, con mi ultra nacionalista moraleja, solo me queda anunciarla:
En este tema de las finales, con Cuba es otra cosa.

Y no hay más que hablar.

PD: Creo sinceramente, que más allá de los innobles intentos de mezclar la política con el deporte, por parte de unos cuantos (de ambos bandos), lo digno y lo hermoso es que cada cubano, independientemente de donde se encuentre, pueda disfrutar esta victoria de SU equipo de voleyball.

Los atletas cubanos, llámense Yumilka Ruiz, Iván Pedroso o Orlando "Duque " Hernandez, representan, en donde quiera que estén, eso que llaman identidad cubana y que es nada mas y nada menos que la forma particular en que sentimos, amamos y sufrimos nosotros los cubanos. Cualquier intento de dividir o avalar meritos deportivos de algunos cubanos sobre otros, es despreciable y merece el más estruendoso de los abucheos posibles. Así que ya lo saben cubanos a gozar con este triunfo!!!!!

lunes, julio 16, 2007

La copa que se fue a bolina


En 1588, Felipe II, rey de España, consiguió armar una flota impresionante con el objetivo de invadir a su rival mas enconado en Europa: Inglaterra. Era tal el poderío de aquella agrupación de hombres y barcos que habría de pasar a la historia con el temible nombre de la "Armada invencible".

Sin embargo por esas sorpresas que nos tiene la vida, la armada invencible fracasó estrepitosamente en su intento, un poco por las habilidades inglesas y mucho por el clima, y terminó regresando a España con solo la mitad de las naves que habían zarpado al principio de la invasión. Sería tan grande el impacto de aquella derrota que se cuenta que el mismísimo Felipe II cayó en una crisis de fe, al verse abandonado en aquella misión que consideraba sagrada.

Han pasado más de 400 años desde aquel suceso, sin embargo hoy me viene a la mente nada mas acabarse el partido por la final de la copa América de fútbol entre Argentina y Brasil. Y es que más allá de lo subjetivo de las comparaciones, resulta que el fútbol y la guerra tienen mas cosas en común que las que uno podría llegar a imaginarse.

Y Brasil habría de llegar al partido final por la copa siendo la Inglaterra de 1588, que se encomendaba a Dios y a Francis Drake para salvarse de la invasión. Los brasileños comenzaron el torneo con una estrepitosa derrota ante México que llenó de incertidumbre a sus seguidores. Luego habrían de comenzar a mejorar y a componer su juego hasta el día de la semifinal, partido en que habrían de ser superados ampliamente por el equipo uruguayo. Sin embargo la misma suerte que acompañaba a Francis Drake habría de estar esta vez del lado de Dunga, y en el momento decisivo Pablo Garcia habría de fallar el penal que dejaba a Brasil fuera de la final. Brasil, sufría, pero al final, Brasil ganaba y volvía a disputar el título.

Por el otro lado, la armada invencible argentina iría dando mazazos de buen fútbol a cuanto rival se le pusiera por delante. El mismísimo México que se había ganado el respeto de todos por la calidad de su juego, habría de salir vapuleado con un 3 a 0 en el otro partido semifinal.

Todo estaba listo para la última batalla, en la que la armada invencible, volvería a ser derrotada estrepitosamente ante sus más enconados rivales.

Y a pesar de la diferencia de 4 siglos, el juego de ayer tuvo mucho de reminiscencia histórica. En 1588, el Márquez de Santa Cruz, organizador de la armada, habría de morir apenas unos días antes de que esta zarpara, obligando a Felipe II a recomponer el mando de su flota. En el juego de ayer Brasil logró un gol tempranero en el minuto 4 que terminó por sorprenderlos hasta a ellos mismos, gol que descompuso el ritmo de juego argentino y lo aceleró de una forma caótica y desordenada, haciendo que Argentina se olvidara de tocar y pensar, y entrara en el fútbol de correr y empujar, en el que ayer Brasil se mostró invencible.

Luego la armada invencible de 1588 habría de encontrarse el castigo infame de un temporal que terminaría siendo decisivo a la hora de la batalla. En la historia de ayer el papel del fenómeno climático seria convertido en autogol, marcado nada más y nada menos que por Roberto Fabián Ayala, el gran capitán de la selección argentina.

Y para concluir, tengo que reconocer que mi estado de ánimo después del partido seguramente tenía mucho de aquella crisis de fe que abatió a Felipe II. Es por eso que termino yo también enganchándome al carro de la historia y con este post dejo cerrado un tema que es mejor borrar de la memoria cuanto antes. Es un consejo que me viene directamente del mismísimo rey español, que después de la derrota de su armada escribió: "no hay que perder ni ganar reputación, sino no hablar de ello." Y colorín colorado, este tema está cerrado.

lunes, julio 09, 2007

Rotilandia

Si ahora mismo tuviera a mi alcance un pedazo grande de tela blanca, y un poco de pintura roja, escribiria el siguiente texto en la tela: "Bienvenido a Rotilandia", y la colgaría justo encima de la puerta de mi casa.

Seguramente mas temprano que tarde, los vecinos del barrio, picados por la "sana curiosidad" comenzarían a acercarse a preguntar por el motivo del cartel y por su propio significado. Es entonces que yo, poniendo una pose afectada y heroica, al estilo de los primeros cristianos que fueron crucificados en Roma, explicaría que Rotilandia significa "paraíso de las cosas rotas" o "lugar donde todo se rompe".

Para los que aun no entienden el mensaje vale aclarar que mi casa hasta hace algunos días era una vivienda normal, donde los efectos electrodomésticos funcionaban correctamente y las tuberías e instalaciones eléctricas cumplían diaria y rutinariamente su función. Sin embargo de pronto, por causas oscuras y misteriosas las cosas comenzaron a romperse, una tras otra, con un breve intervalo de algunos días entre una rotura y otra.

Y es así que de pronto, tras este vendaval de fallas y desperfectos, mi casa ha terminado convirtiéndose en el lugar donde el corolario de la ley de Moore que se aplica a los entes materiales se cumple en toda su extensión: "todo lo que pueda romperse, se romperá". Es decir, y en una sola palabra: Rotilandia.

Y ustedes, mas allá de lo simpático de la anécdota, se preguntaran el porque de tanto dramatismo con un asunto tan nimio que usualmente se resuelve con algo de dedicación y la ineludible afectación en nuestra billetera. Pero resulta que este blog, para bien o para mal, se escribe desde La Habana, Cuba. Y aquí las cosas son ligeramente distintas.

Empezando porque aquí a la ley de Moore de las roturas, se le aplica una ley similar de efecto contrario: "todo lo que se rompe debe ser reparado, parcheado o echado andar de cualquier forma posible". Esta ley deja bien claro que la opción de cambiar algo roto por algo nuevo existe solo como excepción de la regla (aplicable por ejemplo a los bombillos).

Por lo tanto, olvídese entonces de esa imagen del cubano de la isla llenando al basurero con los objetos rotos y luego dirigiéndose a las tiendas correspondientes a comprar los sustitutos. Eso, estimados camaradas lectores de este blog, es consumismo y aquí en esta parte del mundo donde yo resido esta prohibida esa costumbre tan capitalista y contaminante. Lo de nosotros es la sobriedad, lo nuestro es el con-su-mismo.

No queda otra opción entonces que comenzar la aventura de las reparaciones, las cuales ya desde sus primeras tentativas, prometen ser más entretenidas y dramáticas que las desventuras de Ulises en su intento de regresar a Ítaca. Pero ya eso será material de otro post. De momento prefiero terminar aquí, no vaya a ser que ya haya escrito demasiadas palabras y este blog, contaminado con el espíritu de Rotilandia, termine dejando de funcionar.

martes, julio 03, 2007

La puta ciudad

Los días van pasando uno tras otro y aunque cambian ligeros detalles escenograficos, el telón de fondo de nuestras vidas siempre es el mismo. La ciudad. La terrible-hermosa-despiadada-dramática ciudad. La histérica. La llorona. La olvidada. La puta ciudad.

Y es que vivir en una ciudad como la Habana es como llevar dos vidas sin saberlo. Por un lado estamos viviendo esta vida nuestra de levantarse y trabajar y regresar y salir al cine y tener sexo y descansar y luego volver a levantarse. Y fotos en las esquinas y fines de semana en familia. Y cumpleaños con cake (torta para los puristas) y velitas. Y fútbol en la tv y chismes en el barrio. Y reguetón por todas partes.

Esta es nuestra vida. La que en un pueril arranque de vanidad definimos como singularmente diferente e irrepetible. La única que somos capaces de ver y sentir en nuestra ignorancia, en nuestro intento de ignorar que mas allá del primer plano de la foto, ocultos en el insípido papel de extras de una película, somos parte indisoluble de la vida de la ciudad.

Por contraste, en esta otra vida apenas somos una partícula en movimiento. Un glóbulo rojo con su importante y a la vez minúscula carga de oxigeno, recorriendo un largo camino siempre en función de hacer funcionar un mecanismo enorme y caóticamente perfecto del que ni siquiera tenemos conciencia.

Y nos paramos cada día frente al espejo sin ser capaces de reconocer alguna diferencia con la imagen que vimos ayer. Sin poder darnos cuenta de que cada día que pasa nuestro rostro se vuelve distinto. La cara se redondea o se alarga. La piel se estira o se contrae. Los ojos lentamente modifican su expresión.

Lo mismo sucede con el imperceptible y constante cambio que la ciudad obra en nuestros espíritus. Día a día la ciudad pasa su rodillo sobre nuestra masa caliente. Día a día somos introducidos en el horno y modelados en una nueva figura que siempre es muy parecida a la de ayer, pero que nunca es la misma.

La mayor parte del tiempo no tenemos conciencia de este proceso y seguimos ocupados-preocupados con nuestras vidas. Tristemente felices. Alegremente imbuidos en nuestras pequeñas miserias de cada día.

Y es así que de pronto en un arranque de lucidez nos llega uno de esos momentos que siempre andaba añorando Cortázar, en los que uno se descuelga completamente de la realidad y termina sumido en el más cruel de los asombros al redescubrir después de tantos años la increíble figura que tienen los cucharones de la sopa.

Y si en ese instante único se nos ocurre mirarnos al espejo, ya somos capacees de desvelar el misterio. Y de pronto tomamos conciencia de lo terribles-hermosos-despiadados-dramáticos que somos. En lo histéricos-llorones y olvidados que estamos. Y todo por culpa de la ciudad. La puta ciudad.

PD: Lamento un poco regresar después de tanto tiempo sin escribir con un post tan raro. Sinceramente había comenzado escribiendo otra cosa y salió esto. En fin, por algo será.

Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.