viernes, junio 22, 2007

Lista de espera


Para los que han decidido perder parte de su tiempo en esta isla al mediodía ahí les va la pregunta del millón de dólares: ¿Que habría que hacer para que el mundo fuera un lugar mejor?

Supongo que cada cual tenga su propia respuesta y habrá más de uno que se rasque la cabeza, y se vaya a hacer otra cosa mas productiva, como leerse la crónica del partido en que Boca Juniors acaba de ganar su sexta copa libertadores. Sin embargo para los que sigan leyendo, aquí les va la respuesta que inspiró al escritor cubano Arturo Arango a escribir su cuento "Lista de espera", y al cineasta Juan Carlos Tabío a hacer una película del mismo nombre: Para que el mundo sea un lugar mejor lo único que hace falta es que seamos mejores. Así de simple.

En realidad eso de ser mejores suena a formula de emulación socialista. A lema matutino. Y ya nosotros los cubanos sabemos adonde se llega con emulación y lemas repetidos en las mañanas. Con cosas dichas para afuera que en realidad no nacen desde adentro. La frase de ser mejores, así dicha suena hasta ridícula.

El asunto está en que los seres humanos somos muy buenos modificando el mundo. La ciencia es una llave mágica que nos ha abierto muchas puertas y nos ha permitido hacer casi cualquier cosa con este planeta en que vivimos, inclusive joderlo. Sin embargo a la hora de cambiarnos nosotros mismos la cosa se pone más difícil. No hay a mano una maquina para comprar que nos haga mejores con un par de sesiones a la semana. No existe la píldora divina que tomada dos veces al día termine llenándonos de optimismo y de ganas de luchar. Lo único que tenemos a mano son los libros de autoayuda que llenan las librerías de todo el mundo. Y desgraciadamente no parecen ser mágicos como los trucos de Harry Potter. Uno los lee y de pronto parece ver las cosas con mayor claridad. Luego cierra el libro y se acuesta y al otro día el mundo sigue siendo igual de hostil y de difícil. Generalmente estos libros acaban cambiándole la vida a una sola persona: al autor.

Arango y Tabío se concentran entonces en algo mucho más tangible y terrenal. En lo que podríamos llegar a hacer si cada uno de nosotros se esforzara en tratar de sacar lo bueno que llevamos dentro. Sea mucho o poco. El asunto es dejarlo salir, potenciarlo. Creer que de verdad lo difícil es posible con un poco de esfuerzo. La historia que cuentan tiene que ser ubicada entonces en un lugar que realmente se convierta en un reto digno para los protagonistas y que los obligue a sacar ese extra de cada uno para salir adelante. Dicen por ahí que una cualidad muy propia de los cubanos y que nos identifica de otros pueblos es nuestra tremenda habilidad para reírnos precisamente de los problemas que más nos agobian. Y como buen cubano Arango no pudo encontrar un lugar mejor para ambientar su historia que una Terminal de ómnibus de un pequeño pueblo.

Y sin proponérmelo me doy cuenta de que el cuento de Arango me sirve para demostrar que mi asunto con el problema de los ómnibus y las ventanillas no es un delirio personal. El problema del transporte, es y ha sido durante muchos años un tema recurrente en las pesadillas de los cubanos. Arango se aprovecha entonces para ambientar su cuento en los terribles años de crisis que llegaron después de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS. Fueron tiempos que el gobierno denominó eufemísticamente "Periodo especial" cuando el nombre mas apropiado y que hubiera ganado cualquier votación popular hubiera sido "Periodo infernal". Y con el nombre ya hubiese bastado y los turistas al llegar a Cuba no habrían tenido que hacer preguntas al respecto.

Un grupo de personas de las más disímiles edades y profesiones se ven obligadas a permanecer en la Terminal de ómnibus de un pequeño pueblo a la espera de algún ómnibus de paso que los saque de allí. La Terminal cuenta con un ómnibus propio, pero está roto y no existen piezas de repuesto para arreglarlo. Quedan dos opciones: rendirse al desanimo y al malestar provocados por la situación y comenzar cada cual a buscar una solución personal a su problema, o unirse todos en un objetivo común que resuelva el problema colectivo: intentar arreglar el ómnibus y mientras tanto pasar el tiempo que les queda en ese lugar de la mejor manera posible.

Los protagonistas de esta historia escogen la segunda de las opciones y aunque no arreglan el ómnibus, terminan convirtiendo la Terminal en un lugar acogedor y agradable donde cada uno encuentra la felicidad de una manera diferente. Sin embargo al final autor y director nos traen de la oreja y nos muestran que solo fue una utopía. Un sueño compartido. Que las cosas en la vida real suelen ocurrir de otra forma. Y aunque este final parezca descorazonador, no alcanza para rendir el optimismo y las buenas sensaciones que nos ha dejado el rato en que hemos compartido la ilusión de los protagonistas de la historia. Igual uno necesita a veces cerrar los ojos y soñar con lo que hubiera podido ser y no fue. Son cosas que, a mí por lo menos, me hacen falta de vez en cuando.

PD: Hay un cuento de Julio Cortazar que se llama "Autopista al sur" que cuenta una historia similar entre un grupo de personas atrapadas en un embotellamiento gigante en medio de una autopista. También lo recomiendo.

sábado, junio 16, 2007

Unplugged


Voy a comenzar el post con una frase corta y llena de fuerza, como las que le gustaba usar a Hemingway en sus diálogos:

No tengo Internet.

Ya esta dicho. Y si quieren le bajo el volumen a la música y vuelvo a repetirlo al estilo del "show me the money" que hace Cuba Gooding Jr en Jerry McGuire.

No tengo Internet.

Suena bien. Es una frase poderosa desprovista de todo maquillaje posible. Quizás me meta en problemas con los puristas que necesiten algo como "no tengo acceso a internet". Lo siento por ellos, aunque intente, los dedos al moverse por las teclas solo pueden producir una frase:

No tengo Internet.

De lo anterior se desprenden muchas cosas. Los que visitan con alguna frecuencia este blog se darán cuenta que mis post han comenzado a espaciarse de una forma peligrosa. Me imagino que cada cual se haya hecho una idea distinta de las causas que provocan este "slump" en que he caído. Es cierto que últimamente he estado ocupado con asuntos un poco mas terrenales (y generalmente mas aburridos) que "mi isla al mediodía", pero lo cierto es que la causa principal de que haya estado marcando tan poco en las ultimas jornadas es la frase corta que he estado repitiendo de forma ya casi molesta y que puedo escribir, porque no, una vez mas para dejarla bien afincada en el texto y lograr convertir esta entrada en el resultado número uno de google, a la búsqueda de "no internet".

No tengo Internet.

Postear en el blog conlleva entonces movimiento físico de este servidor. Tengo que moverme del punto A al punto B usando generalmente uno de los 244 ómnibus que han sido reportados sin ventanillas (listos para usarse en Groenlandia). Sin embargo no le temo a viajes en saunas sobre ruedas, lo que resulta realmente molesto es la perdida total de la interactividad.

La cosa queda así más o menos: yo escribo el post el lunes, ustedes lo leen el martes y dejan comentarios el resto de la semana, que yo, con suerte, leeré el lunes siguiente. Si esto último no les suena a historia medieval es porque no se han leído ninguna. A mí en particular me recuerda el viaje del protagonista de "Seda", la genial historia de Baricco que alguna vez ya recomendé. El trayecto comenzaba en Francia, viajando a través de una Europa convulsa, luego cruzar los Urales, atravesar la Siberia, bordear la muralla china para llegar a la costa del Pacifico y de ahí tomar un barco de contrabandistas holandeses hasta el Japón. Más o menos queda así el recorrido que hacen los comentarios de ustedes antes de llegar a mis manos. Pero tranquilos, que todo esto que escribo no es mas que una rabieta pasajera. Un típico desahogo al estilo de la batalla con almohadones que aconsejan algunos psicólogos para liberar la ira.

Lo realmente importante entonces es que "mi isla al mediodía" sigue a pesar de todos los pesares y que todos los que tenemos algo que ver con ella, sigamos conectados. Escribir un par de veces a la semana es la meta que me hago y que quizás sea demasiado optimista. Pero no importa, lo que se pierde en cantidad, supongo que se gane en calidad y me permita retocar un poco las ideas y dejarlas mejor pulidas.


PD: lo del titulo en inglés fue para darme un gusto. No más envidias a Maná y Shakira. Ahora yo también tengo mi "Cubano de la isla Unplugged". A que se vuelve un exitazo :)

Otra cosa, no se asusten si ahora escribo de algún asunto de una semana atrás, como si hubiera pasado ayer. Sucede que mis actualizaciones noticiosas serán mas espaciadas y de hecho a esta altura de la semana aun no se el resultado de los partidos de la liga española de este fin pasado. Desconozco si el Real Madrid patinó ante el Zaragoza o si el Barza pudo ganar sin Ronaldinho. De momento solo me queda el Granma y no podemos pedirle peras al olmo :)

jueves, junio 07, 2007

Bobby


A la mayoría de la gente cuando le mencionan la palabra Historia, enseguida le vienen a la mente sucesos acontecidos hace muchísimo tiempo en lugares exóticos y distantes. La Historia siempre es Egipto y sus pirámides, Roma con su coliseo y sus gladiadores, la edad media y sus castillos y sus terribles batallas. Es un hecho que casi nunca nos acordamos de hechos recientes, de cosas que pasaron casi ayer, como la primera vez que usamos la pagina de Google, el gol de Maradona contra los ingleses o la primera guerra del golfo.

Si esta idea de que la historia nos este pisando los talones nos resulta extraña, mucho mas nos cuesta creer que realmente se esté escribiendo ahora mismo, en cada uno de nuestros actos, con cada una de nuestras palabras. La mayoría de nosotros somos seres anónimos y como tal nos sentimos totalmente excluidos de los grandes hechos que conmocionan el mundo. La historia siempre es cosa de otros. Sin embargo, si Dios jugara a los dados y nos dejara hacer trampas tendríamos ahora mismo algo parecido a un lente mágico que permitiera echar una mirada atrás en el tiempo. Al asomarnos a este fabuloso lente podríamos quedar algo decepcionados al ver escenas tan comunes como un chiquillo correteando por las calles de Liverpool, un novato periodista colombiano sudando la gota gorda con sus primeras notas o a un simple cadete de aviación ruso que se queda sin pase por quedarse dormido en una guardia. Luego, bastaría mover el lente algunos años hacia delante para que de la hojarasca surja el milagro y entonces vemos que el chiquillo de Liverpool se ha convertido en John Lenon, al periodista colombiano le ha dado por escribir novelas y firmarlas con su nombre completo: Gabriel García Márquez, y el cadete de aviación ruso, nombrado Yuri Gagarin, se ha vuelto noticia un día de abril del año 1961 al convertirse en el primer hombre que viaja al espacio y comprueba con sus propios ojos que la tierra luce redonda y azul.

La Historia se me antoja entonces como uno de esos muñecos, en que cada uno guarda adentro una versión idéntica más pequeña aun. Con esto quiero decir que detrás de Lenon, García Márquez y Gagarin, aparecen múltiples figuras anónimas que la Historia oficial no suele reconocer a pesar del tremendo papel que les corresponde. Me refiero a la persona que le regaló a Lenon su primera guitarra, el librero que le vendió al Gabo su primera novela de Faulkner, o la novia que le dijo al aun estudiante Gagarin lo apuesto que se vería con el traje de gala de piloto.

Y esta reflexión sobre los entretelones de la historia no me ha llegado por inspiración divina. Resulta que ayer en la tarde me fui al cine a ver una película titulada Bobby, de la que solo tenía la vaga referencia de que tocaba el asesinato de Robert Kennedy y el hecho de contar con un reparto de lujo (Anthony Hopkins, Martin Sheen, Helen Hunt, Sharon Stone, Demmi Moore, Emilio Estévez, Lauren Fishburne, etc).

Así es que me fui al cine esperando encontrarme una película con mucho de documental y abundante información sobre el más joven de los hermanos Kennedy. Pero Emilio Estévez, que esta vez además de ser uno actores, es el escritor y director, se había anticipado a lo que muchos habíamos previsto para un filme con semejante tema y nombre. La sorpresa fue tal que terminé en la lona de un solo golpe.

Y es que Bobby resultó ser una película sobre la gente. Sobre las personas comunes y corrientes que estuvieron a la misma hora y en el mismo lugar (un hotel) en que el senador fue asesinado. Y al que pensábamos personaje principal, Bobby Kennedy, solo podemos anticiparlo a través de los ojos de un par de voluntarios de su campaña política que se han drogado con LSD por primera vez en su vida, un cocinero mexicano que ha perdido sus tickets para un histórico juego de béisbol por verse obligado a trabajar doble turno, una peluquera que recién descubre que su esposo le es infiel, un jefe de cocina y alimentos que es despedido por racista, una telefonista que no encuentra novio, una pareja adinerada en plena crisis de identidad, una cantante famosa que se derrumba en el alcohol. Y muchos otros. Y solo al final vemos pasar por la cámara al senador Robert Kennedy, unos minutos antes de que le disparen varios tiros en la cocina del hotel.

A través de todos estos personajes Emilio Estévez, nos cuenta, mas que la historia de Bobby Kennedy, la historia de toda una época. La guerra de Vietnam, los hippies, las drogas, la crisis con los derechos civiles de las minorías, la discriminación racial, y los detalles más íntimos de una sociedad que está entrando en un profundo periodo de cambio. Todo eso visto a través de la mirada de personas comunes, como tú y como yo. Los anónimos protagonistas de la historia.

La película termina con la inolvidable canción de Simon y Garfunkel, y unas palabras de Robert Kennedy sobre los problemas que veía en la sociedad norteamericana y en el mundo en general y la manera de afrontarlos. Unas palabras que, al oírlas hoy, con George W. Bush en la presidencia y la guerra de Irak convirtiéndose en un nuevo Vietnam, nos ponen la carne de gallina. Luego, para rematar, un discreto mensaje en pantalla, aclarando que Robert Kennedy habría de morir al día siguiente, 6 de junio de 1968 en un hospital. Y fue entonces que una suprema ironía de la vida agigantó el impacto de la película haciendo que me temblaran un poco las piernas, porque ayer, amigos míos, fue 6 de junio.

Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.