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El reino de este mundo

Debe resultar difícil encontrar una persona que en algún momento no se haya sentido impulsada a reflexionar sobre el sentido de su vida, y sobre el sentido de la existencia misma del hombre y su destino. Independientemente de las causas que nos hayan involucrado en una pregunta tan difusa, cuya respuesta suele ser tan útil como inútil, cada cual suele encontrar una salida muy particular, agarrándose con mano firme a los motivos que mueven las ruedas y engranajes de su día a día.

Sin embargo, Alejo Carpentier fue un poco más allá y nos legó una reflexión sublime dentro de las páginas de esa pequeña joya de la literatura cubana que es “El reino de este mundo”. Hace muchos años que leí estas palabras por primera vez, pero no puedo evitar sentir el mismo cosquilleo en el cuerpo ahora que las escribo en este blog:

“Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece o espera. Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansia siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.”

Yo también sentí ese cosquilleo, hace años. Quizás ése sea, a la larga, el único consuelo posible: el derecho al pataleo, a uno mínimo, vital, siempre personal, el acto mismo de mirar de frente al tiempo, y a pesar de los pesares, seguir adelante.
Gracias por tu blog.
Desde Asturias, una habanera que siempre te lee.

La reflexión es preciosa.

Ojalá fuese cierto que todos padecemos y esperamos por gente que nunca conoceremos. Muchos atraviesan la vida sin dejar ninguna marca. Y otros sólo dejan daño.

Alejo habla del Reino de los Cielos con una familiaridad que hace pensar que ya lo había conocido.

Ojalá sea cierto lo que cuenta Alejo del Reino de los Cielos. Es algo que no sabemos...pero yo no tengo ninguna prisa en enterarme.

Un saludo

Gabriel

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Ese párrafo siempre ha sido lo que más me ha impresionado de toda la narrativa de Carpentier, creo que valía la pena leer toda la novela con todos sus retruecanos sólo para encontrarse con esas palabras.

Pienso que todos en algún momento se ha cuestionado el sentido de su vida, si trascenderá su existencia para alguién al dejar de existir. Hace poco leí algo parecido "La trascendencia de los muertos se encuentra en la memoria de los vivos ".
Y de la felicidad ni hablar nos pasamos todo el tiempo esperando el momento mágico de la felicidad y dejamos de lado el acto simple de tomarnos un café en armonía con nuestro yo interno, el acto simple de abrir los ojos a un nuevo día, y no nos ubicamos en cuantos ya no pueden tomarse ese café , ni abrir los ojos a un siguiente día, nos creemos que siempre va a haber un mañana y puede que ese hoy no lo disfrutemos y ya no vamos a tener un mañana, en fin son múltiples las aristas de este tema, para reflexionar sobre la existencia misma del ser humano.
saludos
la mamá de oso y maga

El reino de este mundo es tan difícil como es para algunos entrar al reino de los cielos.
Sin embargo, algunos piensan que es mejor confiar en el reino de los cielos:


Obatalá, médico general
José Baig

José Baig
BBC Mundo, Asuntos hispanos

Ángel matando al diablo
Las botánicas se han convertido en una alternativa a los altos costos de la medicina.

Un seguro médico "modesto" cuesta entre US$ 500 y 600 al mes para una familia de cuatro personas. Una consulta con un doctor puede fluctuar entre US$ 70 y 175. Visitar a un curandero cuesta entre una donación voluntaria hasta unos US$ 20.

Si usted acabara de llegar a Estados Unidos, no tiene papeles, le pagan US$ 5,85 la hora y la empresa para la que trabaja no lo tiene asegurado, ¿qué haría? ¿Iría al médico o al curandero?

Ese es el dilema de los 15 millones de latinos que no tienen seguro médico en este país, donde el sistema de salud es totalmente privado.

Es cierto que la medicina natural, el uso de hierbas y ciertas creencias y religiones, como la santería, forman parte de la cultura que muchos inmigrantes traen a Estados Unidos.

Pero también es verdad que se han convertido en una opción ante los altos costos de los seguros, la atención médica y las medicinas.

"Vayan al médico"

Sandra León
"Siempre les digo que consulten al médico", afirma Sandra León.
"Nunca elimino la posibilidad de un médico por una cura sobrenatural", me dice la dueña de la botánica "La Esperanza" -en la Pequeña Habana de Miami-, la santera y enfermera graduada Sandra León.

Asegura, sin embargo, que una limpieza espiritual "al pie de Obatalá o de Inle, o cualquiera de esas entidades que para nosotros representan la salud, va a ser muy positiva cuando tú vayas a un doctor".

"Se ha comprobado muchas veces que un paciente, por ejemplo de cáncer, cuando tiene terapia con un consejero espiritual, sobrevive al cáncer por muchísimos años", afirma.

Agrega que en casos como este, "la medicina y la santería se complementan, no están en desacuerdo".

Pero señala que a causa de la falta de acceso a los seguros médicos y los costos de la medicina privada, las consultas en su botánica han experimentado "un aumento increíble".

"Hay muchas personas en este país que no tienen manera de ir a buscar asistencia médica".

Y agrega que esa gente busca otra alternativas por "la ineficiencia que ha tenido este gobierno de proveer a sus ciudadanos con un servicio médico".

"Solo los síntomas"

Medicinas
Uno de cada tres hispanos no tiene seguro médico en EE. UU.
La doctora Patricia Canessa, de la organización no gubernamental Salud Latina, dice que debido a las pocas regulaciones sobre los proveedores "no tradicionales", la calidad de cuidado que reciben los pacientes "no es buena".

Agrega que los hispanos tienen muchas opciones porque creen en la medicina natural, pero advierte que estas alternativas "muchas veces no mejoran la enfermedad sino que manejan el síntoma, calman los dolores y las molestias, pero la enfermedad sigue ahí".

La falta de acceso a los servicios médicos y los tratamientos alternativos han provocado, según la doctora Canessa, un aumento "dramático" de enfermedades como el cáncer de mama y la tuberculosis entre los latinos.

"Esas enfermedades no responden al tratamiento de la botánica", afirma Patricia Canessa.

La organización Salud Latina cree que la solución a este problema es que se apruebe un seguro universal para todos los ciudadanos del país que le permita el acceso a la salud a los que no tienen cómo pagarla.

Y aunque el sueño de la salud gratuita llegara a concretarse, muchos expertos consideran que las botánicas y herbolarios seguirán siendo lugares de referencia y apoyo para la comunidad latina en los Estados Unidos.

Rafael, un dominicano de Miami que me encontré en la antesala de una vidente y dice no creer en estas cosas, asegura que es cuestión de confiar.

"Si la persona que tú ves sabe sugestionarte y hacerte creer lo que dice, eso obra milagros. Eso es lo que le llaman la fe".

Acabo de enterarme de que ha habido un terrible accidente en la provincia de Granma, donde chocó un autobús con un tren.

Quiero transmitir mis condolencias a los cubanos.

Un saludo

Gabriel

Hace muchos años me encontré con Carpentier por primera vez en la biblioteca de mis viejos en Buenos Aires. Ambos licenciados en Literatura, no pudieron con su propia historia pero al menos me dejaron miles en forma de libros. Aquel primer encuentro fue El Siglo de las Luces y todavía lo estoy disfrutando.

EL CUARENTON DE HOY:
La generación nacida en los sesenta cumplió, o está por cumplir,
cuarenta años. En Cuba, esas cuatro décadas han definido
circunstancias muy diferentes a las del resto del mundo para la fuerza
técnica calificada. Los cuarentones de hoy se espantan al mirar atrás
y recordar con qué promesas comenzaron su vida, y tienen terror de
comparar lo que esperaron tener con lo que tienen. Diríase que han
sido cuatro décadas en que la opción individual de cientos de miles ha
sido una carrera desatinada hacia ninguna parte, azuzados por himnos y
consignas que cada vez suenan más cascados, más obsoletos. Cuba, ¿la
espera interminable?
Desde la infancia del cuarentón de hoy, cuando vestía su almidonado
uniforme de pionero y aprendía a jurar que sería como el Che, todos lo
convencieron de que el
futuro sería indefectiblemente luminoso. Las estrecheces de los
hogares cubanos eran compensadas con la fe en ese futuro mejor. No
importaban los apagones, las movilizaciones cañeras, los zapatos
plásticos, el gofio como sustento infantil, si el país era una inmensa
obra en construcción donde a toda hora sonaban las concreteras y los
martillos, y que se iba llenando de escuelas, hospitales y viviendas.
Hechos en serie, es cierto, pero que anticipaban el supuesto bienestar
del futuro. No importó tampoco que rusos, búlgaros y checos se
metieran en todo y modificaran en un periquete las más criollas
tradiciones de trabajo, pues a cambio inundaban el país de petróleo y
tractores, camiones y Ladas, pomitos de compota y películas de guerra,
chícharos y maquinaria pesada con la que se construiría la industria
del futuro. Luego, y a pesar de la "hostilidad del imperialismo", casi
todos los cuarentones de hoy fueron llevados por sus padres a aquellas
famosas Vueltas a Cuba, donde podían hospedarse en los mejores hoteles
del país; mientras los más afortunados daban la vuelta aún más lejos,
en las "giras por los países socialistas", donde el futuro parecía
brillar en todo su esplendor. La inocencia de los cuarentones de hoy
se fue perdiendo en las becas donde se libraban sórdidas batallas
nocturnas y los profesores tenían odaliscas particulares. Era el
tiempo de otros sacrificios: inventar un pantalón campana con tela de
saco de harina, esconderse para oír la música favorita en emisoras
enemigas, sobrevivir con la asquerosa pitanza servida en bandejas de
aluminio, la lucha por conservar unos centímetros más de pelo, la
primera afeitada con la cuchilla Gillette que le mandaron a alguien,
pegada en una postal desde el país enemigo.
Detrás de las cuchillas, un buen día vino "la comunidad". Hubo que
sonreírles a señoras teñidas de rubio, fragantes y sonrosadas, que se
asombraban de lo grandes que estaban los muchachos, y regalaban
productos de la maldita sociedad de consumo, donde, al parecer, nadie
tenía que sacrificarse tanto para asegurarse un futuro luminoso. Pero
lo mejor era no pensar en cuestiones metafísicas: llegaba el momento
de escoger con qué carrera cada adolescente iba a construir el futuro.
Sonaba la hora de estudiar en la universidad. Los cuarentones de hoy
se vieron, de pronto, instalados en Novosibirsk o Vladivostok, en
Bakú, Tashkent o Tbilisi, estudiando especialidades con nombres
insospechados en el pequeño país caribeño: Física Nuclear, Electrónica
aplicada a la computación, SAD-PT y así por el estilo. Predominaban
las carreras técnicas, pues todos querían ser ingenieros o científicos
para hacer que el futuro llegara más rápido. Mientras, los cuarentones
de hoy que se quedaron, invadían también frenéticamente las escuelas
de ingeniería y sólo unos pocos, desafiando la oleada tecnicista,
hacían unos tímidos estudios sociales. El que no iba a ser médico o
ingeniero, tenía el sagrado deber de meterse en el Destacamento
Pedagógico, con vocación o sin ella. ¿No era acaso lo que necesitaba
la patria? Las nuevas generaciones hervían de entusiasmo, pues con una
juventud casi totalmente profesional no habría país que compitiera con
éste. Pero cuando los cuarentones de hoy terminaron sus estudios, se
encontraron que no había dónde utilizarlos. La mayoría de las
especialidades que habían estudiado resultaban completamente inútiles,
pues en Cuba aún no se podían aplicar los novedosos conocimientos
adquiridos.
Los que venían de tierras distantes regresaron con sus visiones
particulares del socialismo -que extrañamente no se parecían mucho
entre sí-, pero compartían un status de aristócratas técnicos muy
chic. Además, regresaban cargados de símbolos del futuro socialista
que hacían sonreír a los que conocían el otro "futuro" (el pasado):
muebles, e incluso exóticas mujeres con axilas sin depilar. No
obstante, la riqueza soñada nunca pareció más real que cuando el
cuarentón de hoy empezó a trabajar en el desatinado sistema
empresarial cubano. Muy pocos lograron avanzar en su especialidad: la
mayoría era necesaria para dirigir con nuevas estrategias aquellas
entidades donde el socialismo había ya materializado su ineficacia
económica. La "política de cuadros" y el Partido acogieron con brazos
abiertos la nueva hornada de profesionales, pues la ineficacia,
obviamente, se debía a la caterva de jefes veteranos que, dormidos en
los cojines de sus medallas militares, no daban pie con bola en la
economía política, ni en los planes quinquenales. Siguiendo el ejemplo
de la gran Rusia, había que emprender la "rectificación de errores".
Lo que nadie podía imaginarse era el vuelco total de la historia que
empezó con la Perestroika. Ni lo que siguió: la caída del Muro de
Berlín arrastrando al bloque del Este. Y por extensión, tampoco nadie
previó la onda expansiva que haría tambalearse al país caribeño en ese
abismo llamado Período Especial.
Muchos cuarentones de hoy, más o menos situados, emigraron en balsa en
1994, dejando sus Ladas y su carné del Partido; el resto se quedó
vegetando y se convirtió en aquella masa famélica que se lanzaba al
campo a cambiar las ropas por plátanos y los zapatos por cerdos, pues
para entonces ya sus hijos ocupaban el primer puesto indiscutible en
el orden de prioridades de la supervivencia. Por primera vez, la fe
del cuarentón de hoy se estremeció profundamente. Las promesas en las
que siempre creyó debían reconsiderarse. Del enternecedor optimismo
que lo alimentaba hasta entonces, cayó en el desconcierto, la
incertidumbre y el miedo. Para colmo, la apertura de tiendas en
divisas (fuera de su alcance) lo condenaron a una competencia
desgarradora con sus contemporáneos por descubrir y explotar algún
medio de entrada de dólares, para lo cual sus estudios especializados
no le servían de nada. Así, cientos de arquitectos, ingenieros y
médicos fueron a servir cócteles y limpiar habitaciones en hoteles
para turistas, que encontraron muy distintos de cuando, dichosos,
daban la Vuelta a Cuba con sus padres y donde ahora sus propios hijos
no podían entrar.
Esa época fue más oscura por la muerte de las ilusiones que por la
muerte de la economía. El cubano se acostumbró a la degradación total,
aun cuando la crisis se suavizaba lentamente. Los valores éticos
tradicionales fueron puestos al revés como un abrigo viejo. No es
extraño, entonces, que la voluntad de la nación -salvo honrosas
excepciones- se aplanara a un nivel animal, de manipulación absoluta
por parte del gobierno.
Y he aquí al cuarentón de hoy, que todavía lleva dentro al pionerito
de pañoleta que creía en el futuro luminoso, sin saber qué decir a sus
hijos adolescentes que odian la idea de estudiar en la universidad, le
piden jeans de 20 dólares y sueñan, sin excepción, con ser camareros o
emigrar a Estados Unidos. Su vida es un círculo vicioso de trabajo
inútil, colas interminables y malabares con el salario. No puede ni
tirar una canita al aire: los romances cada día son más caros.
Se desliza hacia los cincuenta sin que ninguno de sus sueños se haga
realidad. Se le ponen los dientes largos cuando se entera del éxito de
sus contemporáneos que lograron instalarse "afuera".
A veces, atormentado por el insomnio, se pregunta por qué no tuvo
valor para echarse al mar en una balsa y dónde fue a parar el paquete
de promesas en que le enseñaron a creer. Quisiera saber para qué
sirvió tanto sacrificio, tanta juventud malgastada. Le parece mentira
que ya está en el futuro, en aquel futuro que imaginaba tan distinto.
Es muy duro admitir que su cuota de futuros se ha agotado.

¡Caray! ¡Impresionante confesión!
Aplaudo enérgicamente al que ha escrito esto con el corazón en la mano. Con humildad y sencillez.

Esto sí es una "reflexión".

Señor, mis respetos.

pues no es un señor. sino una chica. y la verdad no es mio . lo copie de un mensaje que me envio un amigo pero no debo agregar su nombre (por si acaso) ya me entiendes.

Es triste ese mensaje de los cuarentones en Cuba.

Sin embargo, quiero mandar un mensaje de optimismo. Cuando me miro a mí, ahora tengo 51 años y estoy muchísimo mejor que cuando tenía 40. Ahora es cuando tengo cierta estabilidad económica y emocional y empiezo a disfrutar plenamente de la vida.

En 10 años pueden cambiar por completo las cosas. Un país puede moverse a paso de tortuga durante 50 años, y, repentinamente, en unos meses todo puede cambiar radicalmente.

Pensemos en la caída del Muro de Berlín.

Todo empezó el 4 de Septiembre de 1989 en la ciudad alemana de Leipzig. Era un lunes y esa tarde hubo una minúscula manifestación en la plaza Karl Marx de la ciudad a la salida de los rezos por la paz en la iglesia de Nicolai.

A partir de ese día todos los lunes por la tarde se celebraba una manifestación en esa plaza. El resto de los alemanes del este se fueron enterando por los amigos y por los medios de comunicación de Alemania del Oeste.

El 8 de Octubre de 1989, coincidiendo con el 40 aniversario de la fundación de la DDR, el número de manifestantes ascendía a 70.000. Para entonces ya se hacían manifestaciones en todas las ciudades de Alemania del Este, todos los lunes por la tarde bajo el lema de "wir sind das Folk" (nosotros somos el pueblo). Con ese lema se recordaba que la DDR debía de ser gobernada por el pueblo, y no por el partido comunista que pretendía representarlo.

El siguiente lunes el número de manifestantes era de 120.000 personas... y al siguiente fueron 320.000, ¡en una ciudad de 500.000 habitantes!

Las autoridades mandaron fuerzas represivas, pero evitaron intervenir sorprendidos por el enorme número de personas congregadas.

A las autoridades de la República Democrática Alemana se les cayó el velo que tapaba sus ojos. Se dieron cuenta de repente que el pueblo no les apoyaba. En los años anteriores sólo habían contemplado una ilusión producida por la gente actuando bajo el miedo. En cuanto ese miedo se disipó, las autoridades se dieron cuenta de que su poder no se basaba en la persuasión —como debe ser— sino en el miedo.

No resistieron la brutal confrontación con la realidad de los hechos. El 9 de Noviembre de 1989 —dos meses y cinco días después de la primera manifestación minúscula en Leibniz— caía el Muro de Berlín, sin que fuese necesario emplear ninguna violencia.

En cuanto la historia se acelera, su movimiento resultá imparable y rapidísimo.

Un saludo

Gabriel

Hola Cubano,

Carpentier... Nunca he tenido la oportunidad de leer sus obras, pero si de las citas que hacen otras personas de sus escritos. Y esta... !Compadre, eso si es cierto..!!!! Nada que anheles podrás conseguir si no lo haces en este reino. Ahora es que tenemos la oportunidad y sentarse a esperar "El Reino de los Cielos" es morir en vida. A cada instante se debe vivir, y vivir es actuar, actuar para cambiar las cosas, aunque no te lo reconozcan, aunque no sepas a ciencia cierta, para quien lo haces. Siempre será para la humanidad. Esperar a que otros cambien ellos, o cambien las cosas, es estar muerto. Gracias por tan corto y conciso mensaje. vale.

cubanito2002

¡Que impresionante! todo lo que he leído aquí, ahora me ha llevado a una reflexión muy honda sobre la realidad del hombre y sobre todo la realidad de los cubanos.

Yo soy venezolana, y veo con preocupación todo lo que actualmente pasa en nuestro país. La gente está aterrada pero tal vez no ven como un futuro seguro que podamos estar en las circunstancias en las que viven los cubanos.No han elegido su destino y han trabajado y padecido para gentes cuyas caras no han podido tocar ni besar ni siquiera corresponder con una mirada mutua.

Creo que la prueba de lo que puede llegar a padecer un pueblo entero la han vencido todos los cubanos con estos 50 años de revolución. Son los cincuenta años del reino de este mundo, los cincuenta años creyendo y adaptándose, anulándose y mirando un futuro que es siempre el mismo, un horizonte plano, sin colores.

Siento siempre, desde mi adolescencia la situación que tienen actualmente. Ahora, y nunca pensé que esto ocurriría en mi país, temo estar como ustedes. Lamento profundamente decir estas palabras pero es determinante siempre decir la verdad. Siempre he creído que la uniformidad de pensamiento es sencillamente una condena y un suplicio que prueba el vigor de aguante, pero también evidencia una conformidad excesiva que tal vez pudo haber sido diferente, pero que sin embargo se transporta en la incólume corriente de las circunstancias de la historia.

Un saludo.

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Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.