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Hay que ser un tonto para no ver eso: Buena Fe

No se si esto le pasará a todo el mundo pero cuando encuentro algo que me brinda mucho placer, que me hace un poco feliz, enseguida me descubro también la ligera tristeza de pensar que pasará cuando ya no esté o cuando deje de significar algo para mi. En la música me sucede mucho, es decir a veces me pregunto que escucharé cuando no estén Sabina, Varela, David Torrens, Pablo, etc. Sin embargo resulta que el arte es como la vida y se renueva constantemente en las formas más diversas. Así el año 2001 nos sorprendió a todos con un par de tipos que cantaban una canción de amor un tanto melosa pero definitivamente poética que se pegó inmediatamente en la boca de todo el mundo. La canción era "No juegues con mi soledad" y los dos tipos en definitiva se hacían llamar "Buena Fe", venían de Guantánamo (al parecer estaban muy orgullosos de ello) y acababan de grabar su primer disco al que titularon "Déjame Entrar".

Lo único que me resta por decir es que me bastó escuchar el disco un par de veces para sentir de nuevo la misma punzada y hacerme la misma pregunta: Que pasará cuando no esté Buena Fe. Por suerte es una pregunta de respuesta tan lejana que no merece la pena detenerse en ella. Lo mejor es concentrarse y disfrutar de las letras y la música de Israel Rojas y Yoel Martínez que ya van por tres discos y aun parecen tener aliento para rato.

Buena Fe

Definir su impacto en la actualidad musical cubana es bastante fácil: están super pegados a base de mezclar unos textos bien actuales y casi siempre profundos y repletos de buena poesía, con una música pegajosa y agradable que le gusta a casi todo el mundo. La clave del éxito ha sido esta dualidad que permite que miles de personas escuchen y canten sus canciones sin tener la mas ligera idea de lo que realmente esta diciendo la letra, y la vez también sean escuchados por personas que normalmente no escucharían ese tipo de melodía y sin embargo se enamoran de los mensajes de sus canciones. En fin que nos tienen bien agarrados.

Buena suerte y muchísima buena fe para Israel y Yoel.

Sitio de Buena Fe

PD: Aquí una canción del primer disco, me gusta mucho sobre todo eso de arriesgar mis huesos y domar las fieras que trae mi tiempo, estamos trabajando en eso.

Para no ver eso

Hay que ser un tonto para no ver eso,
que también nosotros nos pondremos viejos,
que será la piel muestra del esfuerzo
cual mejor medalla, mire el jovenzuelo.
Hay que ser un tonto para no ver eso,
que es normal sentir un poco de recelo.
Cada cual reacciona cual sus sentimientos
y no somos siempre exactamente malos
cual no somos siempre exactamente buenos.
Hay que ser un tonto para no ver eso,
que también nosotros nos pondremos viejos,
que de los queridos serán más los muertos
y se irá oxidando nuestro pensamiento,
que de la osadía quedará un recuerdo
tal como los dientes que ya no tendremos.
Y cuánto daría remontar el tiempo
y ver entonces qué hacemos.
Hay que ser un tonto para no ver eso,
que es la juventud el mayor suceso,
que la zancadilla no fue un buen remedio,
sino para irse siendo un mal recuerdo.

Porque hay que ser tonto para, por respeto,
transitar por trillos por los que no creo,
callar si el pecho guarda un juramento,
de seguir luchando también con mi intento.
Hay que ser un tonto y no ver eso,
que llegó la hora de arriesgar mis huesos,
de decir qué tengo, porque ahora puedo,
domar las fieras que trae mi tiempo.
Hay que ser un tonto para no ver eso.

Hola,

No te preocupes que a buena fé les queda mucha mecha...y además este veranito los tenemos por aquí de gira.

Me encantan también sus canciones, y estoy seguro de que si se les diera comba, podrían llegar lejor lejos lejos.

Ciao.

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Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.