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Los tontos y los poderosos

Cuando algo que queremos o deseamos mucho está en manos de un tonto (alguien poco hábil, mal preparado y al que todo le sale mal) pues solo queda esperar un milagro, pues el sentido común y la experiencia indican que el 99% de las veces hay solo un resultado posible: una tontería. Es por eso que la mayoría de nosotros se cuidaría mucho de caer en una situación semejante.

Sin embargo si a las cualidades de ese tonto agregamos la capacidad de tomar decisiones sobre esos mismos temas que nos importan, pues entonces estamos condenados al fracaso.

Ese parece ser el destino del Clásico Mundial de Béisbol, el primer torneo que reuniría a los mejores jugadores de béisbol del mundo, jugando bajo las camisetas de sus países de origen. Mucho hemos esperado este momento los amantes del béisbol, sin embargo nuestros sueños parecen haberse frustrado con la decisión del Departamento del Tesoro de negar el permiso al equipo de Cuba, alegando que las ganancias que obtendría violan el bloqueo económico que los EEUU tienen sobre mi país hace mas de 40 años.

Nos hemos encontrado de pronto dependiendo de unos señores que caen bajo el temible calificativo de "tontos poderosos", para los cuales los principios del deporte y el olimpismo no valen ni el papel en el que están escritos.

Y es una lástima, pues a pesar de que a Cuba, en mi modesta opinión y en la de los cubanos que conozco y que tienen alguna experiencia en grandes ligas, le sería extremadamente difícil pasar de una segunda ronda, pues solo el intento valdría la pena. El pueblo cubano lleva muchos años esperando un torneo así. Es la posibilidad de ver en acción a las estrellas de las Mayores, es la posibilidad de medir nuestro verdadero nivel, es cuestión de poder disfrutar (aunque no se gane) del mejor béisbol del mundo siendo parte activa de él.

Esto es algo que no parecen entender los señores tontos y poderosos, incluyendo al que parece el más tonto de todos, el congresista norteamericano (allá el que diga que tiene algo de cubano) Lincoln Diaz-Balart que pretende organizar un equipo de peloteros cubanos que ahora viven y juegan en EEUU. No tengo nada en contra de estos peloteros, creo que cada cual es libre de hacer con su vida lo que desee y se que gran parte del pueblo de Cuba (entre los que me incluyo) siente y disfruta los éxitos de José Ariel Contreras, el Duque Hernández y Kendry Morales como si estuvieran jugando para Pinar o Industriales o el equipo nacional. Desgraciadamente ellos no están ahora en el equipo nacional (que es el lugar al que pertenecen) y es algo que muchos cubanos desearían, pero tampoco pueden suplirlo. Espero que la grandeza de estos peloteros no sea solo deportiva. Estoy 100% seguro que Contreras no se prestará a este bochorno, espero que tampoco el Duque lo haga, lo admiro demasiado pero es algo que no podría perdonarle. El caso de Livan Hernández es un caso aparte, se fue muy joven de Cuba y nunca pudo disfrutar de verdad lo que es ganar un torneo con el equipo nacional y darle esa felicidad a su pueblo. Ahora quiere representar a Puerto Rico. Por mi parte solo objetaría que a partir de ahora las agencia de prensa y medios de noticias lo nombren como cubano, creo que "el puertorriqueño Livan Hernández" o "el norteamericano Livan Hernández " suenan mejor.

Pero no es momento de rendirse, todavía se puede pelear esta batalla. El pueblo norteamericano le ha dado el poder a estos señores y si ya es un poco tarde para quitárselo, al menos la opinión publica puede ejercer su innegable efecto para dejarlos una vez mas en ridículo.

Por el béisbol y por el deporte, Cuba debe estar en el Clásico.

Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.