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El regreso de Mario Conde

Acabo de comprar "La neblina del ayer", el último libro sobre Mario Conde, policía borrachín y melancólico que protagoniza la serie "4 estaciones" (Pasado perfecto, Vientos de Cuaresma, Mascaras y Paisaje de Otoño).

Detrás del "Conde" esta la mano de Leonardo Padura, un tipo que irrumpió como un elefante en una cristalería en la literatura policial cubana (post 1959) con una novela pequeña que se titulaba "Pasado perfecto".

Era una novela llena de "herejías", donde Padura usaba nada mas y nada menos que a un policía para reflexionar sobre los destinos de Cuba en los años 90, y de paso, recordar con una melancolía triste y bien fundada los destinos de una generación marcada por los momentos que les toco vivir.

Ninguno de nosotros (mis amigos y yo) fuimos los mismos después de leer este libro. Fue cuestión de abrir los ojos y mirar bien la realidad y darse cuenta que las cosas eran nada mas y nada menos lo que eran y no lo que nos habían dicho. Aun así en aquel momento lo catalogué de pesimista. Me parecía que la historia tenia demasiados tonos grises y que todo dependía de las expectativas que uno tuviese respecto al futuro. Desgraciadamente para todos, con el paso de los años, he terminado dándole la razón a Padura.

Espero nuevamente una novela escrita con "amor y escualidez", y sobre todo, una historia sincera sobre este paraíso de contradicciones que es mi Cuba de hoy.

... y no te imagines lo que se siente releyéndola lejos en tiempo y geografía...

Por cierto: ¿Has leído fiebre de Caballos?

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Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.