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La redención de Mou




Domingo pasado, 4 am. Suena el teléfono con insistencia. Me levanto de la cama con el corazón en la boca. Una llamada a esa hora tan incómoda significa malas noticias. Ni siquiera cabe la posibilidad de que sea un equivocado (los equivocados pueden llamar quizás hasta las 2 am, nunca después).

-Oigo, oigo – digo con desesperación.

- ¿Viste el partido? –pregunta alguien del otro lado de la línea.

Mi interlocutor habla el español con el acento cosmopolita de quien ha nacido en Portugal y ha pasado largas temporadas en Londres y Milán.

- Son las 4 de la mañana José – digo como única respuesta.

- Oh vamos – dice él – es domingo. Seguramente acabas de acostarte.

José está tan acostumbrado a tener la razón que ha perdido la capacidad de dudar de si mismo. Se lo hago notar.

- Bueno – dice intentando zanjar el asunto - ¿por fin me vas a decir si viste el partido?

Las ligas en Europa terminaron y a José el futbol que se juega de este lado del atlántico no le mueve el pelo. Así que esta vez “El partido” no admite confusiones. Es la final de la UEFA Champions League que se jugó el sábado en Londres, en el nuevo Wembley, entre el Barcelona y el Manchester United.

- Claro que vi el partido – respondo – Ganó el Barza 3 a 1. Goles de Pedro, Messi, y Villa.

- ¿Y qué te pareció?

- Creo que deberían haber multado al Barza por exceso de futbol – le digo para molestarlo.

- Ahórrate las licencias poéticas – dice él con tono ríspido.

- Arrollaron al United – continúo – Los Guardiola Boy´s le pasaron por arriba con la sutileza de un tren de carga.

La respiración de José se crispa con la mención del entrenador del Barza. Cuenta hasta 10, se controla y vuelve a hablar.

- ¿Y nosotros? ¿Cómo quedamos nosotros?

- Bien José. Quedaste bien. En los primeros 10 minutos parecía que el viejo Sir Alex había descubierto el gran secreto de los alquimistas de Macedonia: la forma de frenar al Barza jugando al futbol, pero era un simple espejismo. Una ilusión tan pasajera como un arcoíris en día de lluvia. Después que el Barza despertó, se adueñó de la pelota y del terreno. Dándote la razón, José, y desarmando a todos los que te han acusado de soberbio. Justificando tu apuesta por Pepe, el juego ríspido y toda la desmesura defensiva. Definitivamente no hay otra forma de pararlos. No en este momento.

- Bien – dice José, evidentemente satisfecho con mi respuesta – te dejo dormir. Hablamos otro día – y luego cuelga.

Me he quedado con ganas de preguntarle por Sir Alex. “Aún está muy tocado”, seguramente habría dicho, “tiene pesadillas con Iniesta y con Xavi. Y siente que Messi lo persigue. Lo ve en todas partes al mismo tiempo. Está tomando pastillas, el pobre…”

Pero José me ha colgado antes de darme esa respuesta, o cualquier otra parecida. Y yo lo entiendo. Sé que está ocupado, muy ocupado, buscando el gran secreto de los alquimistas de Macedonia. Como parar al Barza jugando al futbol. Imagínate.

Genial, cubano de la isla. A pesar de ser un merengue inveterado, no puedo dejar de sonreir, ya veremos que pasa la próxima temporada.

Me alegra que hayas vuelto :-)

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Acerca de mi

Yo:el cubano de la isla
De:La Habana, Cuba
Soy:un tipo común que mira y mira y cada vez entiende menos

 

Ya Cortazar lo contó una vez de esta forma...


La primera vez que vio la isla, Marini estaba cortésmente inclinado sobre los asientos de la izquierda, ajustando la mesa de plástico antes de instalar la bandeja del almuerzo... Una isla rocosa y desierta, aunque la mancha plomiza cerca de la playa del norte podí­a ser una casa, quizás un grupo de casas primitivas. Empezó a abrir la lata de jugo, y al enderezarse la isla se borró de la ventanilla; no quedó más que el mar, un verde horizonte interminable. Miró su reloj pulsera sin saber por qué; era exactamente mediodía.