¿Por qué no te callas?

Dijo el Rey exasperado, y el guante invisible golpeó la cara de Hugo Chávez (en su mejilla indígena) provocando inmediatamente la ira de este. Antes que la sangre llegara al rio Michelle Bachelet tomó la palabra para declarar un receso, y luego, sin perder en ningún momento el tono formal de las cumbres, conminó a los dos "ilustres visitantes" a que por favor la siguieran hacia un salón privado donde pudieran ventilar mejor sus diferencias.
Fueron a través de un pasillo de alfombra verde, uno detrás del otro, como en una procesión. Primero el Rey (no podía ser de otra manera), y luego Zapatero. Un par de guardaespaldas de intermedio y luego Chávez y Carlos Lage que ya había comenzado a marcar en su celular el número del "Don" en la Habana para recibir instrucciones.
El "salón privado" resultó una habitación de techo alto, casi sin muebles, apenas con un par de sillas para los padrinos, un sofá pequeño para el resto, y una enfermera imperturbable con un botiquín de mano suficiente para primeros auxilios.
Chávez se quedó inmediatamente en mangas de camisa, pero el Rey, respetando la lentitud y parsimonia que se espera de un monarca, fue más ceremonioso y hasta se dio tiempo para reprender a Zapatero por su torpeza a la hora de quitarle el saco.
Bachelet volvió a hablar, esta vez usando el lenguaje de los barrios más bajos de Santiago de Chile. Los increpó a ambos por el "show" que habían montado minutos antes. Esta era su cumbre y nadie, y repitió nadie, mirando a los ojos de cada uno, iba a echarla perder con una "bronquita callejera". Así que ahora ya podían quitarse la picazón y luego, pasara lo que pasara, no debía haber conferencias de prensas para recalcar el moretón del ojo del rival. Era su deber y su intención que esta cumbre pasara a la historia por la impecable organización y por la calidad de los debates, y no por reyertas no contempladas en el cronograma oficial.
Juan Carlos de Borbón y Hugo Chávez comenzaron a mirarse feo, intentando intimidarse mutuamente, como dos boxeadores que pretenden ganar el combate antes del primer golpe. Luego se insultaron un poco para darse coraje. "Dictador de pacotilla" dijo el Rey. "Reyezuelo hipócrita" respondió Chávez.
En cada esquina comenzaron a darse las instrucciones finales. Luego de un par de consejos, sacados de filmes tailandeses de kickboxing, Zapatero adoptó un tono solemne para decirle al Rey "en este momento toda España está a su lado majestad". El Rey agradeció sus palabras, y se dio cuenta de que era todo lo que podía esperar de Zapatero en un momento así. Rajoy, en cambio, le hubiera enseñado un par de trucos sucios sacados de su primo el luchador, sin llegar a los extremos de Aznar, que hubiera recomendado directamente echar tierra en los ojos del contrario para luego apuñalearlo con la navajita que siempre lleva atada a la pierna derecha.
En la otra esquina, Carlos Lage intentaba trasmitir lo más fiel posible las instrucciones que recibía desde la Habana: que Chávez se olvide de los jabs de izquierda de Juan Carlos. Los reyes siempre han sido y serán gente de derechas, así que a cuidarse de la derecha recta tirada al mentón. Tampoco dejarse acorralar contra una pared, a los reyes les encanta cabecear, y dar golpes bajos cuando tienen a los contrarios arrinconados...
Michelle Bachelet se acomodó en el sofá, lista para presenciar el combate entre el campeón del socialismo petrolero del siglo XXI, en la esquina roja, y su majestad, Rey de España, y representante de la dinastía Borbón, en la esquina azul. Como todo parecía estar listo, Bachelet hizo sonar el improvisado gong (sonido de cuchara de plata contra extintor) y comenzó el combate...
PD: Personalmente hubiera preferido algo así, al show mediático que se ha formado luego. Sobre todo por el hecho de que mucha gente ingenua, se siente "representada" en estos señores y han comenzado a tomarse el problema muy a pecho, como si hubiera sido una ofensa lanzada contra España o Venezuela. Al final fue solo un altercado producto de una falta de educación de Chávez (interrumpir a Zapatero), la ineptitud de Michelle Bachelet (al no hacer nada para impedir las interrupciones de Chávez) y la soberbia del Rey Juan Carlos (al mandar a callar a otra persona con maneras más propias del padre de su tatarabuela, un tal Fernando VII, que las que se esperan de un rey "florero" del siglo XXI).
En fin, que todo debió resolverse en el "saloncito de las discordias", que en caso de existir, nos ahorraría muchos gastos militares, y problemas innecesarios a nosotros "la plebe representada y enardecida".