Fucking Deadwood

Hace unos días comencé a notar que las personas que me cruzaba en la calle lucían mas despistadas de lo normal. Al principio pensé que eran ideas mías, pero luego de ponerle un poco de atención al asunto llegué a la conclusión de que mis sospechas eran ciertas, y que las personas lucían cansadas, como si no estuvieran durmiendo bien, o no hubieran descansado lo suficiente.
La primera hipótesis que me vino a la mente fue la posibilidad remota de que se hubiese desatado en la Habana la peste del insomnio. La misma que azotó Macondo por un tiempo, y que obligó a los Buendía a tomar medidas extremas para escapar del tremedal del olvido en que se iba sumiendo el pueblo por la falta de sueño. Mi imaginación fatalista se disparó inmediatamente, y enseguida me vi poniéndole nombre a los objetos de la casa y una nota al lado con la utilidad de cada uno. Luego pasé a imaginarme la Habana llena de carteles: "Este es un camello y sirve para agriarse la vida", sería el letrero que llevaría puesto el M4. "Este es el morro, el ultimo en irse debe apagarlo pues estamos en tiempos de revolución energética". "Este es el cine Yara, por el día es un cine, por la noche marca el kilometro cero para los pájaros de la Habana".
Antes de que pudiera seguir imaginándome letreros, J llegó a rescatarme de mi desquiciada fantasía con la explicación real, que como siempre, suele ser mucho más difícil de creer que cualquier historia de Macondo. Sucede que la gente está madrugando para ver "Prison Break", una serie "made in USA" que la televisión cubana está trasmitiendo en el horario de la madrugada. (Ahora tenemos televisión las 24 horas, parece que no pero si… :)
Al principio no quise creerlo, sin embargo J se mostró muy segura de sí misma y sostuvo que el cansancio de la gente se debía a los esfuerzos que hacían para llegar a la hora de la madrugada y poder ver como un chico listo y bueno, y su hermano bueno y no tan listo, tratan de escapar de una prisión primero, y luego de la incesante persecución de unos rufianes desarmados. Perdón, quise decir desalmados.
WOW, la cosa prometía, y cuando pedí mas datos me enteré que el muchacho listo es tan listo que llega a tatuarse en el cuerpo el mapa de la prisión (que el mismo construyó) y a la que entró por decisión propia para luego darse el lujo de escapar sensacionalmente, librando a su inocente hermano de ser freído en la silla eléctrica por un crimen que… (SORPRESA!!!) no cometió.
Enseguida me entró la envidia en el cuerpo y comencé a ingeniarme un plan para poder sumarme a la pandilla de fans de "Prison Break". Sucede que al reves de la mayoría de la gente, yo trabajo de noche. Soy sereno de un almacén de desechos radioactivos que queda en el Cotorro, justo al lado del combinado lácteo. De hecho los trabajadores del combinado lácteo almuerzan en nuestro comedor y mantenemos una emulación fraternal que siempre está al rojo vivo.
Lo primero era encontrar un tv donde poder ver la serie. Pero eso no fue problema porque en la oficina del jefe de turno de vigilancia hay un tv en blanco y negro de la época en que los juguetes venían por cupones (un Krim 218 de pantalla ancha casi nuevo, que dentro de unos años, si las cosas cambien para bien o para mal, va a costar una fortuna, cuando la nostalgia por el pasado se ponga de moda por aquí).
Ya con un tv a mi alcance, ahora tenía que resolver un problema mayor: la incomprensión de mi jefe de turno. Un tipo inflexible que no pega un ojo en toda la noche, y que insiste en que no abandone por más de cinco minutos mi área de vigilancia: una garita enchapada en zinc que por el día es un horno siderúrgico y por la noche alcanza temperaturas polares.
Sin embargo alentado por el chico listo "escapaprisiones", imagine un maquiavélico plan para poder ver la serie. Luego de mucho investigar, encontré que el punto débil de mi jefe de turno era la lectura. El tipo resultó ser un lector infatigable y poco a poco comencé a traerle algunos libros para ganarme su confianza. Mi plan era el siguiente: ablandarlos con algunos libros "leibles", para luego sorprenderlo con un trabuco que lo aburriera tanto que lo pusiera a dormir sin remedio. Sin embargo las cosas no salieron como esperaba. Después de algunos libros de Agatha Christie, comencé a variarle la dosis y le di a leer por este orden: "El péndulo de Focault", "En busca del tiempo perdido" y "El origen del estado, la propiedad privada y la familia". Pero mi jefe de turno los devoró con más intensidad que los anteriores y agravó mi desesperada situación con su intención de discutir conmigo sobre los temas leídos. Pero la suerte suele ser frívola e impredecible y cuando menos lo esperaba, por error le deje en la mesa un libro de Isabel Allende (no recuerdo su titulo) que lo puso a dormir a la tercera página.
Fue así que pude comenzar a ver "Prision Break" con la esperanza de sumarme a su masa de admiradores que recorrían la ciudad, cansados y orgullosos de sus tremendas ojeras. Pero algo pasaba con la serie que no me provocaba el mismo efecto que en los demás. Sucede que soy adicto a la vida real, a las cosas como son en su estado puro. A las historias sin empaques plateados ni hilos de seda. La fantasía solo me conmueve cuando esta tan bien urdida que parece posible como cualquier historia de vecino. Y "Prision Break" es entretenida, tiene acción y buenos giros en la trama, diseñados por hábiles y muy bien pagados guionistas. Pero mi terrible e incurable adicción a lo real, a lo humano, me hacía verle continuamente las costuras a la historia. Ya comenzaba a sentirme decepcionado y triste, y estaba a punto de cometer una locura contra el inocente Krim cuando descubrí "Deadwood"…. Y entonces mi vida cambió por completo.
(Continuará…)